El extinto Chávez y su heredero Maduro, si en
algo se parecen es en sus gustos por ofrecer el mismo regalo. Gusto raro y nada
académico, de mandar a enrollar bien enrolladito y mandar a meterselo por donde
le quepan cada cosa que se le ocurra.
Afortunado Almagro, que el tipo ahora es
presidente y no chofer de autobús, porque quizá no le mandara a meter la carta
si no quizá que cosa se le ocurriría.
Este ejemplo de juventudes, presidente de la
república Bolivariana de Venezuela, hace pensar que Simón Rodríguez y Andrés
Bello perdieron su tiempo intentando impartir conocimientos, tratando de
meternos en la cabeza el saber o Carreño con su manual de buenas costumbres.
Quizá pudieron haber llegado a ser presidentes si se hubiesen dedicado a mandar
a meternos por donde nos quepan cuanta cosa hubiesen pensado.
Por ejemplo, Maduro ha hecho que nos metamos
por donde nos quepa la lista de alimentos que hacíamos semanal, las recetas de
medicamentos que nos prescriben, los repuestos de cualquier cosa, las listas
escolares, uniformes y un largo etcétera.
Nos ha simplificado la vida, ya no hay porque
pensar en vivir bien, sino como se pueda y con lo que se consiga. Nos han
cambiado la oportunidad de vivir por la necesidad de sobrevivir, es decir nos
han mandado a meter por donde nos quepa nuestros derechos a vivir con calidad y
el futuro de nuestra familia.
Ojalá los venezolanos no estemos buscando el
sitio por dónde meternos lo que se le ocurra a Maduro, sino las oportunidades
de sacarnos ese inmenso fardo, o la digna decisión de sacarlos
constitucionalmente como sea y por donde sea.
Edgar Luzardo Añez
2-jun-2016