Antes
y después
Julio
Portillo
La Opinión Pública Internacional sabe qué
gobierno tiene Venezuela. Quién miente a su propio pueblo y a la comunidad
internacional con descaro no lo respeta nadie. Antes del 1 de septiembre,
Maduro declaró que Estados Unidos preparaba un golpe de estado. Militarizó la
capital y las fronteras diciendo sin pruebas que terroristas apoyarían a los
manifestantes.
Se arremetió contra el ex alcalde Daniel
Ceballos, provocaron con un encapuchado a Mitzi Capriles de Ledezma en el
aeropuerto. Secuestraron a Jon Goicochea líder estudiantil, prohibieron el uso
de drones para impedir la filmación de la manifestación, confiscaron equipos de
televisión a periodistas internacionales y se prohibió la entrada de algunos. Inventaron
operativos de mantenimiento en las entradas de Caracas. Obligaron a las líneas aéreas a restringir
vuelos a Caracas y en los terminales de transportes impidieron viajes hacia la
capital. Despidieron empleados públicos y a otros amenazaron obligándolos a ir
a la concentración del gobierno.
En varios cuarteles fueron vigilados y
detenidos militares sospechosos. Pagaron aumentos del seguro social a la
carrera. Ante la coincidencia con la destitución de Dilma Rousseff suspendieron
las relaciones con Brasil. Evo Morales acusó al Secretario General de la OEA,
Almagro, de recibir órdenes del imperio y se tildó a España de injerencista.
¿Puede quedar duda al sistema
internacional que Venezuela está en manos de una tiranía? ¿Se pueden tener
relaciones con un régimen que es capaz de mentir, engañar, exhibir crueldad,
cinismo y montar una comedia. De Maduro
diría Aristóteles: “El castigo del embustero es no ser creído, aunque diga la
verdad”.
Después de la manifestación todos los
augurios quedaron desmentidos. Más de dos millones de venezolanos gritaron al
mundo ayúdenos a salir de esta desgracia. Cual Nerón desesperado, Maduro
anuncia que acabará con la inmunidad de los diputados. Injurió a Ramos Allup
con una insolencia propia de ningún Jefe de Estado.
Todos creíamos que esto había terminado
con los análisis posteriores, cuando CNN y varias televisoras del mundo nos
mostraron las fotos de la concentración del chavismo en la Avenida Bolívar,
fabricadas por Diosdado Cabello, donde lo pillaron camuflando una foto del 2002
para que se viera gente, ante lo escuálido de ese acto.
Pero no habían pasado 24 horas de la
marcha cuando se le ocurrió a Maduro ir a la Isla de Margarita a la población
de Villa Rosa, donde la gente lo esperó con un cacerolazo, insultos y tuvo que
salir huyendo del lugar. De Cicerón leímos que “la
evidencia es la más decisiva demostración”. Maduro está contra la pared.
Todo no quedó allí, el Ministro de
Relaciones Interiores, Néstor Reverol, buscado por la DEA, deja a los servicios
de inteligencia de Venezuela en el ridículo cuando después de la marcha anuncia
que desmantelaron un depósito de armas cerca del Palacio de Miraflores.
Bismarck decía “Nunca se miente más, que después de un acontecimiento”.
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