Nietzsche hablaba
de "el oscuro sótano del resentimiento", con lo cual transmitía la
connotación peligrosa y tenebrosa de esa posición. El resentimiento es el
rencor que dura mucho, o la ira que se prolonga, o el odio envejecido, o la enconada
vocación de venganza. Expresa residuos negativos que se funden y confunden con
otros sentimientos destructivos. Generalmente, el resentido asume una actitud
de venganza y toda venganza es cruel, porque conlleva a excesos y radicalismo.
El resentido es un esclavo del supuesto victimario,
ya que no puede pensar, sin sentir y hacer de manera desligada de la situación
que produjo ese victimario. El sentirse víctima es ya convertirse en un
esclavo. Por lo general, con el resentido ocurre algo análogo a lo que sucede a
los elefantes. Estos, cuando muy jóvenes son atados de manera muy fuerte con el
fin de que se acostumbren y acepten durante toda la vida que un simple anillo
en una pata es ya una limitación a su libertad. Cuando grandes no intentan
escapar si tienen el dispositivo. En alguna parte leí una referencia a la
novela de C.S. Lewis “The horse and his boy”, en la cual el
protagonista, que era un caballo parlante, sostenía que uno de los peores
resultados de ser esclavo y de ser forzados a hacer cosas, es que cuando ya
nadie te obligue, a causa de su vejez o de la libertad, uno se encuentra sin el
menor poder de obligarse así mismo.
Otro problema patético del resentido es que desecha
cualquier situación y cualquier tiempo para desarrollar una vivencia positiva.
En efecto, el resentido no aprende del pasado; reniega del pasado; se atormenta
del presente y desaprovecha el presente; hipoteca el futuro y se resiste a su
futuro. En este contexto, se renueva la sentencia de E.M. Cioran: "Cuando uno
no puede liberarse de si mismo, se deleita devorándose". Esta es
también la penitencia a la que se encuentra expuesto el resentido: no tener
tiempo ni espacio para la plenitud humana derivada de la gratitud, de la
solidaridad, de la compañía y de la ternura.
El resentido pierde todo su tiempo y desprecia toda
ocasión. Siempre esta consumido por una colección de recuerdos que, a la manera
de ácidos, siempre corroen el recipiente, representado en este caso por la
conciencia. Ciertamente, el resentido acumula un odio proporcional al momento
en el cual fue víctima del supuesto victimario. Por eso, está condenado a
cargar con su propia penitencia. Una penitencia que procede al no poder vivenciar
la extraordinaria dimensión de la gratitud, al no poder sentir la liberación
del perdón, al no poder compensar el vacío con la presencia revitalizadora del
otro, al no poder realizarse a través del olvido, al no poder limpiar el
corazón por medio de la reconciliación. El resentido absorbe, gota a gota, un
tóxico que lo conduce al envenenamiento severo del espíritu.
Victor
Guedez
Extracto
del libro "Ética, Política y Reconciliación"
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