Mi padre nos relató la anécdota de un caudillo castellano, llamado por su jefe el adalid recibió órdenes de ir a pelear contra un noble enemigo. Indignado el superior ante no sé qué retrecheras frases de su adversario, dióle severas instrucciones a su teniente:
-Le venceréis y si lo tomáis vivo, me lo traeréis atado a la cola del caballo; y al entrar en mi castillo, haréis que haga la entrada de rodillas.
A cuyas órdenes respondió el subalterno:
-Señor: si me ordenáis combatirle, al momento saldré; si me ordenáis vencerle, en Dios confió para ello; si me ordenáis ultrajarle, llamad a otro, señor, que yo no tengo fuerza para ello.
Noble es vuestro enemigo y a vos, a él y a mí, nos liga el pacto de la nobleza.
...y mi padre ponía especial cuidado en tergiversar el sentimiento de la "nobleza" expresada por el adalid, diciéndonos que el respeto del semejante y el respeto a si mismo eran más hijos de la nobleza del pensamiento que de la nobleza del linaje.
...y mi padre ponía especial cuidado en tergiversar el sentimiento de la "nobleza" expresada por el adalid, diciéndonos que el respeto del semejante y el respeto a si mismo eran más hijos de la nobleza del pensamiento que de la nobleza del linaje.
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